Hace una semana que hablé con E.
Hoy hace una semana desde la última vez que hablé con E., y no supe, ni pude imaginar, que sería la última.
Y es desde ese momento, desde el instante en el que comprendí que había sido la última conversación, no para de repetirse en mi cabeza. Por el contexto, en plena salida con nuestros respectivos amigos, y por el contenido de la conversación.
E. y yo nos saludábamos siempre que nos veíamos, y siempre con una sonrisa que nunca era forzada. El sábado pasado ese saludo habitual derivó en una conversación que no teníamos desde hacía tiempo en la que nos pusimos al día de nuestras respectivas vidas, con sus altos y bajos. No sé cuánto duró, supongo que más de lo que los que nos acompañaban esperaban porque, con gran acierto, nos separaron al cabo de un rato diciéndonos que los dos hablábamos demasiado y que así no había quien siguiera con la noche.
No teníamos una relación estrecha, pero tampoco era necesario. Nos contamos que habíamos pasado por una mala racha, pero que, afortunadamente, ésta parecía pasar. Con tremenda alegría me contó planes de futuro y esperanzas que deberían haberse cumplido. Era de justicia. La sensación que me dejó la conversación fue bastante buena. Es imposible sentir otra cosa ante planes y expectativas ilusionantes que te cuentan con alegría y esperanza.
Fue nuestra última conversación y yo ahora no puedo olvidarla.
Esos planes se tendrían que haber cumplido. A pesar de todo nuestro empeño en pensar en el futuro a veces la vida pega demasiado fuerte. El miércoles se fue E. y se llevó con ella a una parte de todos nosotros; y es que cada vez que alguien nos deja demasiado pronto todos perdemos una parte de nuestro ser. Sin embargo, qué difícil es dejar algo cuando te vas. Estoy seguro de que E. lo ha conseguido. Yo me quedo con la ilusión y en la confianza de una buena racha por venir, porque así me lo transmitió y no veo mejor homenaje posible que una mirada positiva a la vida y al futuro, pese a todo lo que suceda mientras tanto.
Te merecías cumplir con tus planes.
Es el camino de la muerte.
Es el camino de la vida…
En la frescura de las rosas
ve reparando. Y en las lindas
adolescentes. Y en los suaves
aromas de las tardes tibias.
Abraza los talles esbeltos
y besa las caras bonitas.
De los sabores y colores
gusta. Y de la embriaguez divina.
Escucha las músicas dulces.
Goza de la melancolía
de no saber, de no creer, de
soñar un poco. Ama y olvida,
y atrás no mires. Y no creas
que tiene raíces la dicha.
No habrás llegado hasta que todo
lo hayas perdido. Ve, camina…
Es el camino de la muerte.
Es el camino de la vida.
Manuel Machado