El concierto de Arcade Fire (I)

La llegada a Barcelona

Ignacio Álvarez
6 min readMar 27, 2020

Con esto que escribo ahora me alejo un poco de la temática que viene siendo habitual en los últimos días para narrar algo que se empezó a gestar hace algo más de dos años y medio. Creo que le voy a dedicar tres entradas, aunque puede que se conviertan en dos. Voy a hacer un ejercicio de memoria. Suelo recordar bastante bien detalles del pasado y conversaciones que puedo reproducir casi literalmente, pero soy incapaz de recordar fechas de cumpleaños y me cuesta memorizar algunos nombres. Esta historia quizás no tenga interés para nadie, pero algo me tiene que entretener estos días. A modo de aclaración diré que en el momento del concierto yo vivía en Granada mientras hacía el máster y Nacho –me niego a utilizar iniciales hoy– estaba terminando la carrera y empezando el TFG.

Si no recuerdo mal, corría agosto de 2017 y estaba en el autobús con Nacho camino de la feria. Le habíamos dado una sorpresa por su cumpleaños –al parecer ya le habían hecho una el año anterior y al año siguiente le volvimos a dar una sorpresa, lo que me lleva a pensar que no es demasiado espabilado– en Pedregalejo y queríamos seguir celebrándolo. A la altura del ayuntamiento le enseñé la pantalla de mi móvil donde se podía ver que había estado escuchando a Arcade Fire. El grupo me lo había recomendado él y empecé a picar entre los discos porque, otra cosa no, pero obediente para cumplir con las recomendaciones soy un rato. En ese momento me miró emocionado y se alegró de que me gustara. Todavía recuerdo los reproches de Estefanía despotricando del grupo, la infeliz.

Ese es el antecedente más lejano de nuestro viaje a Barcelona en abril de 2018. Le siguió un mensaje que recibí cuando estaba en Turín en el que me propuso comprar las entradas para alguno de los conciertos que daban en España con motivo de su gira por el lanzamiento de Everything Now –tampoco es necesario convencerme para sacar las entradas de un concierto–. Bueno, más bien me propuso ir a Madrid un miércoles de concierto en lugar de ir a Barcelona. Yo me negué. Para entonces viviría en Granada y no quería sacrificar clases del máster sin saber aún qué me estarían exigiendo por aquel entonces. Los motivos de Nacho pesaban: estábamos en septiembre de 2017 y temía que cancelaran el concierto en Barcelona o encontrar un ambiente hostil por culpa del proceso independentista*. ¡Pero el concierto de Barcelona caía en sábado! Finalmente se impuso el pragmatismo y allí que nos lanzamos en abril de hace ya dos años.

Hasta la fecha de salida sólo hubo un momento de tensión y que tenga relación con la historia: la ansiedad de Nacho por sacar los billetes de avión y el hotel –le gusta ir a hoteles y huye de los apartamentos turísticos–, algo que resolvió él porque esu obsesión con la planificación es mayor a la mía.

Nos encontramos en el aeropuerto, al que llegué directo desde Granada. Yo estaba leyendo Antropoceno, de Arias Maldonado que por aquel entonces le dirigía a él el TFG. Nacho traía un libro (¿El retorno de los chamanes?) relacionado con su tema de investigación. Cuando aterrizamos en Barcelona tuvimos que comer a la desesperada en el Pans & Company del aeropuerto porque llegamos a una hora intempestiva y creíamos que nos quedaba un camino largo hasta el hotel. Nos costó bastante trabajo sacar los tickets del cercanías, que era rápido y nos dejó en Sants. De allí por poco no salimos ya que nos liamos con los tornos. Creo que perdimos un viaje al entrar en otro anden al buscar la salida porque en los carteles no estaba claro por dónde estaba. Ese fue nuestro momento de provincianos confusos ante la hostilidad de la gran ciudad. Por suerte, el hotel que Nacho había buscado estaba bastante cerca de la estación, a unos cuantos metros de la cárcel modelo que acababa de cerrar. Eso nos evitó más sobresaltos en la llegada. Por lo demás, lo único resaltable es quehacía bastante calor y el agua con limón que nos ofrecieron en la recepción del hotel nos pareció salvadora.

Dedicamos la tarde a dar un paseo por Barcelona. Yo ya la conocía por un par de viajes anteriores, lo que me permitió dármelas de entendido mirando siempre Google Maps de reojo. Enfilamos hacia el paseo de Gracia y al llegar a plaza Cataluña nos topamos con una acampada independentista. El panorama era desolador: estaba compuesta en su práctica totalidad por jubilados haciendo bufandas y banderas, lo que nos dio que pensar y a Nacho la munición bastante para soltar alguno de sus comentarios mordaces**.

A la izquierda se puede ver un palé anticipando el contenido de la sentencia del Supremo

La tarde era demasiado calurosa para ser abril. Cuando callejeábamos por el barrio gótico, a la vuelta del puerto, nos enteramos de la muerte de Avicii, lo que estableció el primer vínculo entre el viaje y un personaje famoso. El segundo guarda relación con su viaje a Madrid la semana anterior para participar en un torneo de debate. Justo me comentaba que se había encontrado a Mikel López Iturriaga –El Comidista–, pero que no se había atrevido a asaltarle y pedirle una foto. Sólo unos minutos después, mientras caminábamos, lo vi sentado en una mesa. Llegaron instantes de indecisión sobre si era conveniente o no llevar a cabo el asalto para pedirle una foto. En ese momento sus compañeros de cerveza lo dejaron solo y no tuvimos más remedio. Ya teníamos nuestro trofeo y sólo nos quedaba cenar.

He recortado para que sólo aparezca él

Nacho, como suele ser habitual, tenía una lista con restaurantes. He de confesar que esta es una de las razones por la que estoy escribiendo esto: Nacho me envió una foto por Instagram hace unos días del que considero que es el mejor restaurante del mundo. Pero no me quiero adelantar. Sin tener ni idea de dónde estábamos atravesamos el Raval de noche y llegamos al teatro Apolo donde había un concierto y la gente se amontonaba en la puerta. No voy a mentir, el panorama que ofrecía Poble Sec no me invitaba a imaginar que iba a vivir una de las mejores experiencias culinarias de mi vida. En una calle sin demasiada luz estaba La Porca. Dios mío, todavía puedo recordar el sabor de todos los platos que probamos y sigo llorando cuando Nacho me manda una foto con comida de allí. Si pasáis por Barcelona tenéis que ir. No hay adjetivos para describir cómo está la comida. Sólo sé que será una visita obligada en mi próximo viaje. Fue una experiencia mística. O quizás se trate sólo de una sobredimensión de la memoria. Tengo que confesar que, en parte, me da miedo volver por si se me cae el mito.

El vermú de La Porca porque no tengo fotos de la comida. Estaba demasiado ocupado disfrutando.

Ese día volvimos andando al hotel sin que sucediera nada transcendente. Nos paramos a tomar una cerveza, pero estábamos los dos muertos tras el viaje y no queríamos desgastarnos la noche antes del concierto.

* En realidad temía necesitar pasaporte para poder viajar a Barcelona, pero es algo que no podía incluir arriba.

** Lo siento, no son reproducibles.

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Written by Ignacio Álvarez

Nosotros los solitarios. En Twitter soy @ialvarez95

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